Hotel Burj al Arab. 7 estrellas. Dicen que el más lujoso del mundo. No está permitido el acceso a los no clientes, salvo que hayan reservado al menos un día antes en uno de sus extravagantes restaurantes con idílicas vistas de 270 grados. El hotel con forma de una vela hinchada de dhow (bote de pesca) árabe se enfrenta al Golfo Pérsico, desafiante y erguido sobre una pequeña isla artificial forrada de bloques de hormigón. 202 suites, cada una con comedor para 6 personas. La más pequeña tiene 169m2 y cuesta 1.800 euros la noche. Servicio de Rolls Royce o de asistente de compras para cada cliente.
Un esbelto puente de 300 metros lo aleja de tierra firme. La vela es una fortaleza infranqueable, con foso para aventar a invasores y curiosos, la mayoría europeos. Los asiáticos no se atreven. En tierra, en las estribaciones del puente, hay una caseta de control con barrera y tres seguratas flanqueados por un gran prohibido el paso. Los coches hacen cola para presentar los credenciales que hagan pivotar la madera de franjas rojas y blancas. Alrededor de la caseta, frondosa maleza.
Me acerco caminando, calzado con deportivas y con una camiseta algo hortera. A unos 20 metros estudio el momento de escurrirme hacia el puente aprovechando el descuido de los gorilas. Discusión de un conductor no autorizado con los uniformados. Es mi momento. Aprieto los dientes y camino con decisión. Franqueo el control sin llamar la atención. Empiezo a cantar victoria. Delante de mi el puente combado, y al fondo la esbelta masa blanca forrada de cristales azulados frente al profundo golfo, que se interna hacia el Noroeste hasta tocar Kuwait y sur de Irak.
De repente, de los últimos metros de densa maleza aparece un cuarto elemento uniformado que susurra: sh sh sh stop stop. Manteniendo la calma le digo que tengo cita en el hotel. El inmigrante pakistaní de 1,85, delgado, con bigote y tez oscura, me dice amablemente que retroceda y haga check-in en la fatídica caseta que ya era historia. Me hago el loco, afirmo, me doy media vuelta y vuelvo a franquear la barrera ante la mirada de los tres mendas que también eran historia.
Otra vez será.
En la recepción del Madinat Jumeirah, espectacular hotel de bungalows de la misma cadena a unos cientos de metros, se puede reservar para el té de la tarde en uno de los 6 restaurantes del Burj al Arab. El precio del sorbito de infusión: unos 40 euros. Investigué en los foros de Internet y decidí que no valía la pena pagar tal cantidad. Mi única motivación era contar que me había sentado en el vestíbulo del hotel. No era suficiente.
Dubai era en principio una mera escala para llegar a Shanghai. Volaba con Emirates, en mi opinión una de las mejores compañías aéreas del mundo en entretenimiento, comida y puntualidad. También la opción mas barata: menos de 500 euros i/v. Emirates no suele aparecer en los habituales buscadores de vuelo en Internet, así que hay que acceder a su página web. Decidí quedarme unos días porque el billete permitía alargar la estancia sin penalización, y el visado lo extienden gratis en el aeropuerto.
Tras 7,5 horas de vuelo desde Madrid desembarqué en la T3 del amplio, nuevo y lujoso Dubai International Airport. Es el más importante de Oriente Medio. Ultima tecnología en el control de pasaportes. Cuando llegas a la cinta de recogida de equipajes, el escudo del Betis cosido en mi mochila ya estaba mareado. Era de madrugada y el metro descansaba. Preguntando me enteré que para evitar las colas y pagar un tercio de la tarifa de taxi debía subir a la planta de arriba (Terminal de salidas), hablar con un taxista que esté descargando y quedar con él unos metros mas adelante, al final del edificio. Eso hice y llegué al hotel por 3 euros en un flamante Toyota Camry, taxi standard en esta ciudad.
En Dubai es difícil encontrar alojamientos económicos para mochileros. Había reservado por Internet en el hotel Ibis Al Rigga por algo más de 50 euros/día (unos 250 AED). Ojo, en Dubai a la tarifa oficial de hotel le añaden un 20% por impuestos y servicio. Este Ibis está cerca del aeropuerto y de la boca del metro, esencial para moverse en esta telaraña de asfalto. Si no viajas solo, es debes considerar alquilar un coche. Antes de embarcar desde Madrid había desechado mi idea de alquilar una bicicleta para moverme. Demasiados kilómetros, calor y ningún ciclista. Tampoco se circula en moto.
Cualquier época es buena para visitar los Emiratos, ya que raramente llueve y no hace frío. Sin embargo, en verano el calor aprieta. Los hombres llevan una larga prenda blanca llamada Kandura, siempre planchada e impoluta. Parece fresquita. En la cabeza llevan un Gutra o pañuelo blanco. En los pies, sencillas sandalias, sin calcetines. La barba va cortada al raso. Las mujeres más progresistas llevan una Abaya o túnica larga de color oscuro. El resto, niqab, chador o hiyab, dependiendo de lo tradicional que sea ella o su marido. Muchas veinteañeras salen a pasear de noche por los centros comerciales, maquilladas, y con vaqueros y camisas ajustadas. No debes preocuparte por tu vestuario: el 80% de los residentes en Dubai son extranjeros, y visten comom quieren, siempre que lo hagan con decencia. Para nosotros la indumentaria más práctica son pantalones cortos, camiseta y chanclas.
Dubai es un gran parque temático de 5 kms de ancho y 75 de largo, a la orilla del Golfo Pérsico, cerca del estrecho de Ormuz que conecta con el Mar de Omán o Mar Arábigo. A sólo 140 kms de la costa sur iraní, esta ciudad es un oasis de civilización y lujo, con pasión por el tamaño, por los coches y por los rascacielos de diseño. Es un curioso experimento levantado en pocos años a base petrodólares, turismo, asfalto, hormigón, cristal y acero.
Hace pocas décadas el jeque Rashid bin Saeed Al Maktoum decidió desarrollar la economía de Dubai para prepararse ante un posible agotamiento de lo yacimientos de oro negro. En los 70 inició un ambicioso proyecto de infraestructuras industriales y turísticas que continuaron sus hijos Maktoum bin Rashid al Maktoum y ahora su hermano Mohammed. Dos generaciones de emires o sheiks gobernantes que se lanzaron acertadamente a re-invertir en su tierra los réditos de los millones de barriles de oro negro que brotan sin pausa del lecho del golfo, a unos 100 kms de la costa. Sus retratos de tamaño gigante cuelgan de los grandes edificios y a pie de autopista, con un eslogan que dice: la raza humana te agradecerá la creación de un Dubai verde. El capitalismo y la iniciativa privada campan a sus anchas, y los petrodólares se quedan en casa, en vez derramarse al exterior en las joyerías de París o las tiendas de Rodeo Drive y Bond Street.
Dubai es la ciudad más rica y ostentosa de los Emiratos Arabes Unidos, un oasis de civilización arrinconado por un sol inclemente, dunas y agua salada. En la retaguardia, el interminable desierto arábigo. Este es un lugar de pantalones cortos y chanclas en cualquier época del año.
En pocos sitios he visto tanta ostentación y riqueza. Todo lo que se construye parece tener como objetivo aparecer en los efímeros libros de récords. El puerto, los edificios, los centros comerciales. Los escasos habitantes nacidos en esta ciudad hacen lo posible por apartarse y destacar sobre la marabunta de lo que consideran ciudadanos de 3ra categoría: pakistaníes, indios y filipinos que trabajan de sol a sol (y aquí el día es muy largo) para levantar rascacielos de 100 plantas en menos de dos años. Las kanduras dubaitíes se cierran en las mangas con puños abrochados con gemelos de metales nobles e incrustaciones de piedras preciosas y, cuando se deja ver, se asoma un reloj que puede valer tanto como un coche.
El monorraíl o Metro exterior que recorre la ciudad de se alarga unos 50 kms al borde de la impresionante autopista de 14 carriles Sheik Al Fayed, que fluye de Norte a Sur como un río estático, negro y rígido, sobre la que se desplazan ordenadamente inmensos todoterrenos. La gasolina se vende a un cuarto del precio en España y no hay impuesto sobre la venta de vehículos. El coche (siempre grande) monopoliza los desplazamientos privados. En este Los Angeles del desierto o vas en coche o vas en metro (monorraíl) y taxis (baratos y cómodos). Si no alquilas coche, recomiendo la trasportation card, un salvoconducto de 3 o 4 euros que te permite desplazarte ilimitadamente durante un día. Por más dinero puedes usarlo durante una semana.
Cuando escarbas un poco, este pequeño trozo de tierra urbanizado sobre la arena del desierto se estropea por sus evidentes desigualdades sociales, algo de racismo e inhumanidad y amor por el dinero. Pero también es joven, multirracial, internacional, seguro y divertido. ¿Es este el futuro que nos espera en las grandes ciudades?
BURJ KHALIFA
Es la mayor atracción turística del micro-estado. Parece sacado de un cómic de Flash Gordon. Deja en ridículo cualquier otro rascacielos en el mundo. Burj significa torre. Khalifa por el jeque que aportó fondos para terminarla. 824 metros con forma de pétalos decrecientes. 160 pisos. Cristal, aluminio y acero inoxidable. 1.500 millones de dólares y 5 años de construcción. Una pequeña mezquita en el piso 158. La torre Taipei 101 en Taiwán mide 300 metros menos. Es como dos Empire State o Torres Petronas, una encima de la otra. El mirador está en la planta 124 y aconsejo visitarlo. Mejor subir un poco antes de la puesta de sol, para ver la ciudad con la luz de la tarde e iluminada por el neón de la noche. Ojo, mejor comprar en Internet días antes de subir al mirador (At the Top). Dos razones: 1. el día que subí no había disponibilidad hasta una semana después. 2. Cuesta una cuarta parte.
DUBAI FOUNTAIN
Ya de noche, cuando bajes del Burj Khalifa, tienes a los pies dos centros comerciales: el enorme Dubai Mall y el estético Souk al Bahar. Recomiendo visitar ambos. Pero la verdadera atracción son los chorros de agua y luces del Dubai Fountain cuando bailan al ritmo de la música. Disfruté del Time to say goodbye de Andrea Bocelli y Sarah Brightman. Resultó una experiencia tan espectacular como subir al rascacielos. Al que no se le ericen los vellos viendo y escuchando la canción mientras la fachada de cristal de casi un km. del Burj Khalifa se enciende y apaga, es que tiene poca sensibilidad. Los mejor, es gratis y repite cada media hora, con diferentes canciones. Deja en ridículo el espectáculo en la fuente del hotel Bellagio en Las Vegas.
DUBAI MARINA/THE WALK
Increíble por la noche. Lo más cerca a meterse en una máquina del tiempo y bajarse en el siglo XXII. Después de tantas sensaciones visuales, la Marina o Puerto Deportivo fue el colofón de los días en Dubai. Armonía entre los gigantes de hormigón y cristal y las tranquilas aguas del puerto deportivo.
Te propongo un tour para arrancar a última hora de la tarde:
Te bajas en la estación de metro (monorraíl) Dubai Marina. En pocos metros llegarás a una zona con de restaurantes étnicos, que se suceden uno tras otro. Te sientas en un sofá de cualquier terraza y te relajas fumando una cachimba con sabor a manzana. Después cruzas la avenida Jumeira Beach Road y te plantas en la animada y comercial calle Beach Front Road, popularmente conocida como The Walk (el paseo). Podrás cenar por un precio razonable en cualquiera de los restaurantes con terraza. Mientras, observarás a la gente que pasea, y si te gustan los coches potentes, disfrutarás del espectáculo de dubaitíes y occidentales alardeando de sus máquinas. En 20 minutos, y mientras masticas arrimado al plato con la servilleta colgada del cuello, verás Bentleys, Ferraris, Porsche Cayenne y Panamera, algún Lamborghini, Rolls, Hummers, Maseratis, los 571 cv y alas de gaviota del Mercedes SLS 63 AMG etc. A pocos metros, el concesionario Bugatti, con uno de los 50 Veyron Super-Sport de 1.200 CV, 0 a 100 en 2.3 segundos, gomas de 385 y 2 millones de euros antes de impuestos. Es difícil ver mas lujo en menos metros cuadrados.
Pero la apoteosis viene cuando cae la noche y regresas a la Marina. Mientras escuchas como se cuelan entre la jungla de torres iluminadas la última llamada al rezo del muecín, los restaurantes ya están a tope, hay fiestas privadas en los yates, y mucha gente con ganas de vivir. Dicen que el dinero no da la felicidad, pero ayuda un poco. En la terraza de la primera planta del Dubai Yatch Club se concentra la movida occidental. Lo identificarás a distancia por el estruendoso ruido de música dance y el murmullo de treintañeros anglosajones que socializan con una copar en la mano y vestidos con polos, pantalones de pinzas y dockers, y una copa en la mano. Ellas, con vaqueros ajustados o minifaldas. A partir del Yatch Club, ya no hay hora para volver. Recuerda que el último metro que te devuelve a casa sale a las 22.20 (o 23.20 en weekends).
En mi opinión, los pisos en Dubai Marina son una buena inversión para dedicar al alquiler. Los precios de compra están por debajo del m2 en las grandes ciudades españolas. Sin embargo, los alquileres están muy por encima.
No debes perderte el rascacielos estrella de la Marina: la Infinity Tower o Torre Retorcida, de 80 pisos de altura y que se gira 90º sobre sí misma. Es similar a la Turning Torso de Santiago Calatrava en Malmoe, Suecia.
CENTROS COMERCIALES Y OTRAS COSAS
Entre mis aficiones no están las compras. Viajo con presupuesto ajustado y una mochila que nunca debe sobrepasar los 9 kg. He dejado de llevar cámara fotográfica porque hace años descubrí que disfruto más del momento si no estoy preocupado por la luz, velocidad o encuadre. La web ofrece miles de imágenes y videos que casi siempre se explicarán mejor que mis fotos. Familiares y amigos están felices de que no les persiga para mostrarles mis interminables colecciones de fotos. Para mí, los recuerdos y la memoria son suficientes. Una buena cámara colgada al cuello todo el día puede ser un engorro y una preocupación. La única buena cámara que he tenido me la robaron delante de mis narices en el sur de Bolivia.
Siempre llevo encima un cuadernito o un móvil. Sobre la marcha apunto las sensaciones. Son flashes que hay que atrapar antes de que se extingan y pasen al olvido. Después, al volver del viaje, trato de ponerlos en orden y crear una historia, o intentar ofrecer datos útiles a otros viajeros.
Una actividad ineludible en Dubai es pasearse (o comprar) por los impresionantes centros comerciales, sobre todo el Dubai Mall y el Mall of the Emirates. Interminables, lujosos, limpios, animados, sorprendentes y repletos de dependientes pakistaníes y filipinos que te preguntarán con una sonrisa ¿how are you today? Además puedes comer lo que quieras a precios muy razonables en los food courts o patios de comida. El Mall of the Emirates tiene cinco pistas de esquí (una de 400 mts) y 6.000 toneladas de nieve, con telesillas y casitas suizas de madera a tamaño real.
Llegar a los centros comerciales es muy fácil si usas el metro, aunque debes dedicar como mínimo medio día para recorrer cada uno de ellos.
Palm Jumeirah o la famosa Palmera artificial en el mar. Algo decepcionante. Como todo en Dubai, tiene dimensiones titánicas, aunque las famosas mansiones de millones de euros que han comprado actores y futbolistas no son más que casas adosadas con una mínima porción de playa donde no se bañan. Marketing puro y duro. Vale la pena tomar el monorraíl de 6 kms que sale de la base del tronco y llega hasta el espectacular hotel Atlantis, algo hortera y más propio de Disneyworld. Con un poco de habilidad y algo de caradura puedes colarte en las zonas reservadas para clientes. Adosado hay un concurrido parque acuático. Una segunda isla, Palm Jebel Ali, mucho más grande, ya está preparada para ser habitada. Hay proyectos para la tercera isla, Palm Deira, que será 3 veces más extensa que Palm Jumeirah.
Un rotundo fracaso urbanístico es hasta ahora The World, un archipiélago artificial que representa el mapamundi. Cada uno de los 300 túmulos de arena o islotes imita los contornos de un país. Se venden al mejor postor por entre 15 y 45 millones de dólares cada uno. Hasta ahora, las islas son sólo pegotes de arena que sobresalen del mar frente a la costa, pero lo peor es que lentamente se están hundiendo.
The World y los problemas para terminar de levantar el Burj Khalifa fueron los máximos exponentes de la burbuja inmobiliaria que en 2008 explotó con enorme virulencia en este emirato. Sin embargo, el petróleo y el gas siguen fluyendo, las inversiones entrando, las tiendas vendiendo y los turistas llegando. Dubai está ya recuperada.
De cómo subí al super-yate del presidente de Emirates.
Dando un largo paseo a pie (heroicidad en esta parte del mundo) llegué al puerto deportivo International Marine Club, espacio reservado a los yates de mayor eslora cerca de la Marina. Docenas de grandes y modernos yates alineados, en espera de que el día mas inesperado su dueño aparezca. En el pantalán donde amarraba uno de los barcos más espectaculares ví a varios filipinos sentados en el suelo, descalzos y jugando a las cartas plácidamente. Me acerqué y les pregunté si el capitán estaba a bordo. Uno de ellos entró en el barco y poco después apareció Chris, un simpático filipino que decía estar al mando. Usando su escaso vocabulario español me habló sobre sus visitas a Mallorca para llevar o traer algún barco. Me inventé una pequeña historia sobre mi relación con los barcos, le dejé claro lo impresionante que era el yate que capitaneaba y le rogué que me dejara acceder a él. Tras titubear me dijo que podía subir, aunque sólo un minuto. Me enseñó el salón. Como era de esperar, era suntuoso y estaba decorado como la jaima de un rico jeque. Cojines ricamente bordados, oro, alfombras persas, cristales, maderas nobles. No pude acceder a las cabinas.
Consejo para volar con Emirates. El día antes de volar recibirás un correo electrónico para hacer el check-in previo. Hazlo. Sino, hay un gran riesgo de que te quedes fuera del vuelo por overbooking.
Idioma: la población de algo más de 2 millones es un 80% extranjera, sobre todo de Pakistan, India, Filipinas e Iran, con escasos derechos laborales. En Dubai viven más de 100.000 ingleses, y se nota. Sorprende la popularidad de Dubai entre los rusos. Los ves por doquier. Suelen destacar por su envergadura física, sus camisetas de tirantes, brazos gruesos y tatuados, y sus ostentosos anillos y relojes.
FERRARI WORLD en Abu Dhabi
Una pequeña decepción. A no ser que tengas un coche alquilado y/o quieras visitar Abu Dhabi, a una hora y media de Dubai, no vale la pena visitarlo. De todas formas, aconsejo entrar en los foros en Internet para verificar si este parque monotemático ha mejorado. Cuando fui, varias de las atracciones estrella no funcionaban. Precio: algo mas de 40 euros. Es una de las más espectaculares y caras acciones de marketing corporativo que he conocido. Ferrari se ha dejado la piel con este mamotreto. Lo mejor: había poca gente y ninguna cola. El simulador Scuderia Challenge y la montaña rusa Formula Rossa, en la que aceleras de 0 a 240 kms hora en 4 segundos, soportando una fuerza de 4,8Gs en el cuello. Es la sensación más cercana que podrás vivir al arranque de un F1. Lo peor: algunas atracciones no funcionaban y en el estupendo simulador había que pagar 15 euros adicionales.
Llegar hasta el circuito por transporte público toma su tiempo. Un autobús desde Dubai tarda algo menos de dos horas y cuesta 5 euros. Sale cada 20 minutos desde la estación de autobuses. Hay que bajarse en la primera parada, antes de entrar en Abu Dhabi. Desde ahí, tomar un taxi por unos 10 euros hasta Yas Island, y cerca del circuito de F1 con el mismo nombre, veras la inmensa carpa roja con forma de araña/alien que guarda el parque temático bajo techo más grande del mundo (por ahora).
Recuerdo una desagradable experiencia en el taxi que me llevó desde la parada del autobús hasta Ferrari World. El chófer (por supuesto, pakistaní) circulaba por el segundo carril de una carretera de 4 carriles en cada dirección. De repente, un voluminoso todoterreno se nos echó encima y nos cortó el paso. Desde su vehículo, el grueso conductor del Land Cruiser, vestido a la usanza local (Kandura y Rolex de oro) indicó al chofer de mi taxi que bajara la ventanilla. Enseguida arreciaron improperios (supongo). Mi taxista los escuchó sin rechistar. El árabe se marchó. Tras preguntarle, el pakistaní me dijo que circulaba fuera del carril interior, oficiosamente destinado a los parias, es decir, extranjeros no occidentales (pakistaníes, indios y filipinos).
La web del parque es www.ferrariworldabudhabi.com.
Si viajas con niños, no dejes de ir, sobre todo si le gustan los coches.