Permíteme dedicar algunas líneas a la interesante historia de este gran país.
Rusia es una nación joven. Los primeros datos históricos se remontan al año 862 d.C. En 988 el Príncipe Vladimir se convirtió al cristianismo y sus súbditos le siguieron. En el siglo XIII el pequeño territorio ruso es conquistado por las hordas de Gengis Khan. Los rusos pagan tributos a los mongoles hasta 1490. Es este el momento en el que comienza la expansión territorial, que no se interrumpe hasta el siglo XIX con Catalina II.
Iván III, Basilio I e Iván IV (El Terrible) son los que más contribuyen a alcanzar los 17 millones kilómetros cuadrados que hoy abarca la nación, la mayor del mundo. En 1585 Miguel se autoproclama el Primer Zar de la dinastía Romanov, que se interrumpe definitivamente en 1918 con el cruel exterminio de la Familia de Nicolás II durante la revolución Bolchevique. Entre estas dos fechas, el más grande Zar Pedro el Grande construye San Petesburgo (ex Leningrado).
Ya en el siglo XX, Lenin accedió al poder en un país destrozado por la guerra y el hambre, con un sistema político autocrático y déspota, alejado de la realidad social y económica. Lenin se subió al carro de la revolución Bolchevique una vez comenzada. Más decidido que sus camaradas, solo le interesaba la Revolución. Sin embargo, en la firma del tratado de Paz de Brest Litovsk (1918) Lenin renunciaba a medio país en favor de los alemanes. Murió en 1924 y fue reemplazado por Stalin.
Stalin es conocido por eliminar a sus adversarios. Tras enormes purgas (17 millones de rusos deportados a los gulags de Siberia) comenzó una salvaje colectivización agraria y una industrialización a ultranza que dejó sin comida al país. Sólo durante la Segunda Guerra mundial murieron entre 20 y 25 millones de rusos, que sería como vaciar la mitad norte o sur de España.
Tras la muerte de Stalin en 1953 Jruschov comenzó una tímida reapertura y denunció públicamente las atrocidades de Stalin. Con Breznev Rusia se estancó de nuevo. Después, los viejos Chernenko y Andropov murieron demasiado rápido para dejar un legado significativo.
En 1985 Gorbachov comienza un periodo irreversible de apertura y reformas. La Perestroika, Glasnost y en 1989 la caída del Muro. En 1991 se produce la desintegración de la URSS y el nacimiento de Rusia y facilita la independencia de quince nuevas repúblicas, rebajando la superficie de la URSS en nada menos que cinco millones de kms cuadrados. Tachado en su país como débil (aún hoy sufre una terrible reputación) fue superado por los acontecimientos. Se le culpa de desmembrar el país, de regalar Alemania Oriental a Europa, de meter al país en el avispero afgano, de no mantener el status quo político comunista, de destrozar el ejército, de no proteger a los millones de rusos que permanecieron en las repúblicas escindidas, de no ajustarse con reformas políticas a la nueva realidad social y económica, de desprestigiar a la nomenklatura, etc.
En 1991 una intentona golpista de la vieja guardia comunista catapulta a Yeltsin al poder, cuya imagen subida a un tanque dio la vuelta al mundo. En 1993 Yeltsin gana en un referendum donde el 75% de los votantes le piden que siga adelante con las reformas. En 1996 gana las primeras elecciones totalmente democráticas. Yeltsin era duro, astuto y con maneras dictatoriales, justo lo que Rusia necesitó en una primera etapa. No importaba si se emborrachaba o desaparecía durante semanas… A pesar de sus excesos, su retiro es dorado y nadie le ha pedido cuentas.
Yeltsin aplicó una terapia de choque tal vez demasiado drástica, con una desbocada apertura al exterior, dando fin a los controles de precios y reduciendo el gasto público. Pero el resultado fue que los ciudadanos rusos vivían aún peor como consecuencia de la gravísima depresión económica y la privatización salvaje. Se creó una oligarquía de nuevos ricos y mafiosos. Yeltsin tuvo que dimitir en 1999.
La recuperación económica comenzó a partir de ese año con el alza del precio del petróleo, y le sustituyó Vladimir Putin, gris funcionario de la extinta KGB. En 2004 fue reelegido con el 71% de los votos. Desde entonces Putin ha ganado control sobre los tres poderes y protagoniza un extraño juego con las potencias occidentales de ahora me acerco, ahora me alejo. Se reparte el poder con su sucesor Medvédev, aunque las malas lenguas dicen que el segundo se limita a cumplir órdenes. Entre los dos, cada invierno amenazan con arrodillar a la mitad de Europa abriendo y cerrando el grifo de las enormes reservas de gas.
En lo SOCIAL Y ECONÓMICO, el país esta mucho más fastidiado de lo que vemos en la televisión:
El salario medio no sube de 500 euros al mes y los altos precios de bienes de primera necesidad no concuerdan con los costes reales. La juventud quiere divertirse, pero pagar la entrada a una discoteca cuesta diez días de sueldo. El vodka es barato, y los rusos se emborrachan sin freno. Un kilo de carne cuesta veinte euros. Una Coca Cola dos euros. No existe la clase media. Estuve en casa de dos amigos rusos que conocí en el tren y me entraron ganas de echarme a llorar cuando ví en que condiciones vivían. La clase alta se enriquece rápidamente, en muchas ocasiones a través de medios dudosos. Los militares están desprestigiados. Cientos de miles regresaron de Europa del Este sin casa ni trabajo. El nivel de desempleo es muy alto y la economía sumergida duplica a la de los países europeos. Hasta hace no mucho todos trabajaban, aunque poco y sin motivación. Pero ahora observo, sin ánimos de generalizar, un sistema hipercapitalista insertado a la fuerza en una cultura del mínimo esfuerzo. Todos, sin excepción, pagan un bajísimo 13% de IRPF, no importa cuales sean sus ingresos. El ruso aun no entiende (después de tres cuartos de siglo bajo el comunismo) que para ganar más dinero hay que trabajar más y mejor. La administración pública ofrece unos servicios muchas veces lentos, escasos, innecesarios o mal planificados. La tasa de aborto es de las más altas del mundo. Muchas jóvenes rusas están desesperadas por huir del país con un occidental. Otros recurren como tabla de salvación a la religión y el alcohol.
El crecimiento del PIB, que en la mayoría de los países desarrollados estuvo entre el 2 y el 4% en las dos décadas anteriores a la crisis de 2008, en Rusia se contrajo casi un 50% (!!) durante la primera mitad de los 90. En los últimos años del siglo XX empezó a recuperarse, desde 2001 hasta 2007 los crecimientos fueron estratosféricos, con una media del 7%, apoyado por sus enormes recursos energéticos: gas, petróleo y carbón. Sin embargo, los ciudadanos no han mejorado a la par su calidad de vida. Si es buena noticia que la población que vive bajo el umbral de la pobreza ha disminuido del 40% al 10% y que el país tiene un mayor porcentaje de licenciados universitarios que cualquier país de la UE. Aún así, entre 2002 y 2009 Rusia ha perdido más de 3 millones de habitantes y está por debajo del puesto 70 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU. Además, la crisis global de 2008 ha golpeado más duramente a un país escaso en protección social. La inflación sigue siendo demasiado alta y el sistema no termina de adaptarse a la liberalización de los precios. Las estanterías de las tiendas de muchos pueblos de Siberia siguen estando semivacías… y muchos campesinos piensan que su querido país esta en venta (por ejemplo, el conflicto con Japón sobre las islas Kuriles). Hay 35 millones de jubilados, y la mayoría trabaja para sobrevivir poco más de 100 euros mensuales de pensión, pagados tarde y mal. No existe protección social fiable ni subsidio estable por desempleo. Aunque más de la mitad de la población es clase media, las desigualdades económicas son importantes, sobre todo para el 20% de la población de etnia no rusa. Según la revista Forbes, casi la mitad de los 110 billonarios del mundo son rusos, pero por nivel de renta per cápita del país no está entre los cincuenta primeros países.
En demasiadas ocasiones, el cumplimiento de la ley brilla por su ausencia, y el poder judicial es lento y corrupto. Es difícil comenzar una nueva empresa porque los bancos no prestan y la mafia exige un importante pedazo de los beneficios. El gobierno a duras penas consigue que los cerebros no emigren a occidente. Hay poca transparencia informativa y permanece la paramilitarización de la vida civil. Años después de la caída del comunismo soviético, la sociedad aún esta desorientada, aunque en el buen camino.
Espero que el panorama sea más halagador en Mongolia.
En la próxima crónica narraré mis andanzas por el Desierto del Gobi, casi en el fin del mundo, y por el Parque Nacional de Hövsgol, una maravilla en el corazón de Asia.