El día antes subirme en un avión hacia Tokio Sara volvió a sorprenderme: me ofreció las llaves de su apartamento en Bunkio Ku (Metro Sendagi), uno de los barrios más caros de la capital de Japón. Espectacular. Cada día ahorraría al menos ochenta euros, que es lo que cuesta un alojamiento barato en una de las ciudades más caras del mundo. Con ochenta euros podría vivir una semana en Mongolia.
Han pasado varios días y reconozco que llevo una semana de lujo. Estoy en Tokio y Sara llegó ayer de Beijing. Esta noche me va a llevar con sus amigos japoneses a cenar en un restaurante mejicano/japonés (!!) y más tarde a Ropongi, epicentro de la movida. Otro mito derrumbado: ¡en Tokio la juventud se divierte tanto o más que en cualquier ciudad europea.
Ayer pasé el día en Disneylandia. Aunque más pequeña, es un calco del Disneyworld de Orlando. Aquí también las colas para entrar en las atracciones son desesperantes. Ni hablar de la comida. Sin embargo, en éste parque, mientras avanzo en cola a paso de caracol entre interminables laberintos de soga azul, sufro menos porque no me cruzo dieciocho veces con la misma persona desgarbada, ruidosa, que masca chicle con la boca abierta, viste shorts horteras, camisa a punto de estallar estampada con Bart Simpson, zapatillas Nike fluorescentes y gafas de sol con relieves de Mickey Mouse. Afortunadamente, los japoneses suelen ser respetuosos, elegantes y discretos.
Transcribo de madera desordenada y según me vienen a la cabeza algunas IMPRESIONES sobre los tokiotas y su megalópolis:
Tokio es la ciudad mas organizada y limpia que conozco, a pesar de sus más de doce millones de habitantes y cuarenta en el área metropolitana. Pero también es muy cara: una Coca Cola en un bar cuesta al menos 3 euros. Taxi al aeropuerto de Narita: no menos de 150 euros, incluyendo 7 euros al bajar la bandera. Una entrada de cine, 18 euros. Entrada a Disneylandia, 60 euros. Un hotel muy muy barato, 80 euros. Mini Sandwich en un 24 horas, 6 euros. Café 4 euros. 10 euros para acceder a un baño público. Muchos tokiotas viven en una habitación alquilada porque las rentas son estratosféricas. Para ahorrar espacio las casas no suelen tener más de un cuarto de baño. Afortunadamente, tras una década de recesión económica, el metro cuadrado es más asequible. Para compensar, la electrónica es relativamente barata.
Sentí estar en uno de los países más machistas del mundo desarrollado. Cuando pagas por un bien o servicio, las recepcionistas, camareras o cajeras emiten con una sonrisa forzada frases estereotipadas que vocalizan mecánicamente alargando la terminación. Es una opinión personal basada en algunos días, pero observé que más frecuentemente que en otros países avanzados, muchas mujeres están educadas para no evidenciar una inteligencia o cultura superior a la de “su” hombre. Así serán mas aptas para casarse y tendrán un largo y tranquilo matrimonio (sic). Visten elegante pero sobriamente y se maquillan poco. No suelen beber alcohol en lugares públicos. Es difícil verlas en grupo en bares o discotecas después del trabajo. Se esfuerzan en hacer el menor ruido posible. Escuché algunas bromas y chistes sobre su sumisión en casa y en la cama.
Los ciudadanos de Tokio son educados, amables y tienen buenas nociones de inglés, por lo que es fácil orientarse preguntando. Cuando viajo pido indicaciones a menudo, y puedo ser algo coñazo, tanto, que en algún caso he terminado en el extremo equivocado de una ciudad. Algunos extranjeros que residen en Tokio me comentan que muchos japoneses discriminan muy sutilmente a la gran mayoría de foráneos, incluidos europeos y norteamericanos. A primera vista es difícil notarlo, ya que parecen hospitalarios. Esto da lugar a que los extranjeros no suelen querer quedarse a vivir definitivamente en este país, ya que no se sienten integrados.
Los coches están nuevos y la carrocería brillante, sin una mota de polvo. Cuando el vehículo cumple cinco años de antigüedad los impuestos de circulación suben tanto que prefieren cambiarlos. Los japoneses conducen por la izquierda, y lo hacen muy deprisa. El mayor problema es el aparcamiento, y en muchos casos, debes demostrar al concesionario de coches que tienes una plaza fija para estacionar antes de que te lo vendan. En casi toda Asia oriental se conduce por la derecha, por lo que aún no sé donde se jubilan tantos millones de vehículos viejos.
Los tokiotas son tanto o más consumistas que los norteamericanos. Las compras son más que un hobby. Llenan de electrónica sus pequeños hogares de escaso mobiliario.